Solteras y doncellas

Era 1804 cuando al virrey José de Iturrigaray y Aróstegui le llegó una petición oficial de un grupo de mujeres que solicitaban que les consiguiera hombres para casarse. ¿Por qué estas mujeres de la alta sociedad novohispana necesitaban que les trajeran novios de ultramar? Porque, como se evidencia en esta edición facsimilar de sus cartas, consideraban que los hombres disponibles no eran aptos para el matrimonio, ya que » solo trata[ban] de pasar con [ellas] un buen rato, manifestando en su trato acción y modo de hablar que todo es aparentar un afecto verdadero y un cariño muy sincero, pero todo e[ra] falsedad». Resulta que, en el cambio social de principios del siglo XIX, hombres y mujeres tenían percepciones divergentes sobre sus roles: los hombres anhelaban esposas con cualidades y una buena dote, mientras buscaban mantener su libertad; y las mujeres, por su parte, exigían igualdad de condiciones en el matrimonio, lo que llevó a la búsqueda de esposos extranjeros. Este peculiar e histórico documento nos acerca al deber ser de la mujer de la época y muestra las semillas de rebelión ante las tensiones de género que persisten incluso en el siglo XXI.